EL HOMBRE SE
IMAGINA QUE YA SE CONOCE
Por: Maurice
Nicoll
Con el fin de
renovar la fuerza y el sentimiento de este trabajo se ha de regresar siempre a
los fundamentos que constituyen su fuente.
La última vez
habíamos iniciado nuestra charla con una de las enseñanzas fundamentales en
este trabajo —a saber, que este trabajo, en su aplicación práctica, comienza
con la observación de sí.
Pero cuando el
trabajo dice que es preciso empezar con la observación de si, no hay que dar
por sentado que ya se conoce lo que significa la observación de si, con toda la
profundidad de su significado.
A veces la
gente dice: "Oh, si, en todo ello no hay nada de nuevo para mi.
Siempre me
observé a mi mismo".
Y, no obstante,
sigue siendo lo que es.
¿Por qué?
Porque se imaginan que ya conocen todo acerca
de si mismos y que por eso no tienen necesidad del conocimiento de si.
Todo ello es
ilusión, pura imaginación.
Imaginarse que
uno se conoce a si mismo es ser esclavo de la poderosa ilusión que mantiene a
la humanidad dormida.
Hablemos un
momento de la imaginación.
Todos se
imaginan que se conocen a si mismos.
Ahora bien, lo
que es peculiar a la imaginación descansa en este hecho: que si uno imagina que
es algo o tiene algo, ya no lo desea más.
Por ejemplo, si
uno imagina que se conoce a si mismo, entonces no tratará de buscar lo que
puede reportarle el conocimiento de si.
Por eso no hará
un verdadero intento de practicar la observacion de si.
Se aceptará tal
como presupone ser e imaginará que ya se conoce a si mismo.
Seguirá
comportándose como siempre se comportó, imaginando que lo hace todo
conscientemente.
En este caso
nunca será capaz de entablar la lucha interior entre el Sí y el No que
constituye la base del trabajo práctico sobre si y el origen del cambio de ser.
Ahora bien, es
muy difícil discernir una sola cosa sobre sí mismo, y esto se debe a más de una razón.
Por ejemplo, es
preciso que todo el movimiento natural de nosotros mismos cambie por completo
de rumbo para que podamos observarnos.
En rigor de
verdad, miramos a traves de nuestros sentidos externos el aspecto del mundo que
ellos registran según sus muy limitados poderes.
Suponemos que
ésta escena exterior registrada por los sentidos, llena de gente y de cosas,
brillantemente coloreada, es la suma total de lo que llamamos lo real, o lo
existente, o, en suma, la realidad.
Pero la
realidad no está confinada al reducido alcance de los sentidos ni tampoco está
fuera de nosotros, en el teatro de la vida.
Existe la
realidad de nuestros pensamientos interiores y sentimientos y deseos y
sufrimientos —es decir, hay una realidad todavía más real que la realidad
exterior transmitida por los sentidos y que sólo puede ser ahondada por cada
uno de nosotros.
La realidad
exterior es común a todos nosotros.
Pero a la
realidad interior sólo es posible acercarse individualmente.
Esta otra
realidad, la realidad interior, a la cual cada persona tiene su propio acceso,
descansa invisible dentro de nosotros.
El trabajo se
aplica a esta invisible realidad interior en la que moramos psicológica o
psíquicamente (esta confusión interior).
La ciencia,
vuelta exteriormente, por la vía de
los sentidos, trata de conquistar la naturaleza.
El trabajo se
refiere a la conquista de si, al dominio de si.
Por eso empieza
observando, no la naturaleza exterior, sino uno mismo.
Pero aquí
surgen toda clase de dificultades psicológicas y a este respecto todos tenemos
una vista muy defectuosa —es decir, la percepción
interior que se distingue de la percepción exterior.
Y una de estas
dificultades se debe a la imaginación.
Nos imaginamos
que nos vemos y nos conocemos íntegramente, y es esto lo que nos impide
despertar a la comprensión de lo que significa verdaderamente la observacion de
si y de lo que quiere decir empezar a conocerse a si mismo.
Recordemos que
el conocimiento de si se consideraba en la más remota antigüedad como el
conocimiento más elevado.
Toda la
enseñanza esotérica se refiere al conocimiento de si.
Maurice Nicoll
No hay comentarios:
Publicar un comentario