EL SENTIMIENTO DE UNO
MISMO ESTÁ SUJETO A MODIFICACIÓN
Hemos visto que, para
llegar a ser el Hombre Nº 4 u Hombre Equilibrado, la conciencia de si debe
acrecentarse como también el desarrollo de los centros.
Hemos visto que, con un
acrecentamiento de conciencia de si, el sentimiento de uno mismo está sujeto a
modificación.
Es el acostumbrado
sentimiento de si lo que contribuye a nuestro desequilibrio.
Estos son puntos muy
importantes.
Con el sentimiento de
uno mismo que se tiene ahora no puede haber transformación de si, porque, como
dije, es el sentimiento de uno mismo lo que nos mantiene en el lugar en donde
estamos, hablando psicológicamente.
Es difícil de comprender
que esto es así.
Uno no se da muy bien
cuenta de la existencia de ese sentimiento de uno mismo y de qué modo esto nos
limita.
Ahora bien, un hombre
equilibrado posiblemente no tiene el mismo sentimiento de si que tenía
anteriormente porque su conciencia de si se ensancho.
Ha perdido su alma en un
nivel y la hallo en otro nivel de su ser.
No obstante, NOS
AFERRAMOS a nuestro sentimiento de nosotros mismos y por cierto no nos damos
cuenta de ello.
Les aconsejo tratar de
observarlo tan a menudo como puedan.
Nos ayuda a
interrelacionar muchas cosas del Trabajo.
Tomemos un ejemplo, y
sigámoslo paso a paso.
Alguien habla y se
comporta de una manera que provoca en mí un violento resentimiento.
Le replico con amargura.
Abro un sinnúmero de
armarios repletos de amargos recuerdos cuidadosamente conservados.
Sigo y sigo culpando a
dicha persona, no puedo dormir, etc.
Esta es la manera de
vida.
La manera de Trabajo es
diferente.
Primer paso: observo que
soy violento y amargo.
Esto es una cosa muy
diferente de ser violento y amargo.
Deja penetrar un rayo de
luz —esto es, mientras antes era inconsciente, estaba identificado con mi
estado, tengo ahora una ligera conciencia de dicho estado—.
Noto asimismo y recuerdo
algo de lo que estoy diciendo y digo de costumbre.
Segundo paso: recuerdo
que carece de importancia quien tiene la culpa, yo soy el culpable por ser
negativo.
Si valoro el Trabajo,
este me ayuda a cambiar de frente y buscar la causa en mí mismo y no en dicha
persona.
Tercer paso: debo
preguntar qué es lo que está relacionado con el acostumbrado sentimiento de mí
mismo, aquello que esta tras el estallido.
Reflexiono en esa
quietud y relajamiento que sobreviene cuando se presta sinceramente una
atención dirigida a si mismo.
Porque la causa está en
algo que incluyo en el habitual sentimiento de mí mismo: o está en algo que no incluyo
en ese sentimiento de mí mismo.
Ocupémonos del primer
caso — a saber, me enfurecí tan violentamente porque algo que incluyo en el
sentimiento de mí mismo ha sido herido—.
Reflexiono en lo que se
dijo y se hizo.
Decido que se criticó mi
eficiencia.
¿Tengo, pues, UN RETRATO
de ser eficiente y ésta es una parte componente de mi acostumbrado sentimiento
de mí mismo?
No me había dado muy
bien cuenta de ello.
Con el correr del tiempo
llego a tener cada vez más conciencia de que esto es así.
Hasta ese punto
acreciento mi conciencia de las fuentes de mi acostumbrado sentimiento de mí
mismo.
Luego mi tarea es clara.
Debo advertir dónde no
soy del todo eficiente e incluirlo lentamente en mi sentimiento de mí mismo.
Ahora bien, esto
cambiará ligeramente mi sentimiento de mi mismo.
¿Por qué? Porque mi
conciencia de mí mismo se acrecentó.
Y me veré también
liberado de ser TAN SUSCEPTIBLE en esta dirección, por haber incluido lo
opuesto.
Consideremos otra
posibilidad, a saber que la causa radica en algo que no incluyo en el habitual
sentimiento de mi mismo.
Estará por lo tanto en
las tinieblas —esto es, el inconsciente—, lado de mi mismo.
Ahora bien, si esto es
así tenderé a proyectarlo a los otros.
Reflexionando descubro
que dicha persona siempre me irrita, prescindiendo de si me critica o no.
Hay algo en ella que no
puedo soportar.
Aún no estando presente,
me molesta.
¿Por qué no puedo
descartarla?
Empiezo a sospechar cuál
es la razón.
No la puedo descartar
porque de algún modo ella es yo.
Pero como puede ocurrir
esto, si no la quiero en absoluto y me quiero tanto a mi mismo.
Pues bien, es en verdad
extraño, pero la razón estriba en que el amor de si no quiere admitir ésta
parte de mí en mi conciencia.
No lo incluiré en mi
sentimiento de mi mismo.
La solución es fácil.
Proyecto simplemente ese
desagradable lado de mí hacia adelante y lo veo como si fuera otra persona que
se le parece mucho.
Así ocurre que las
faltas que más nos disgustan en los otros son por lo general las que
desplegamos nosotros mismos sin tener conciencia de ellas.
Por cierto parecería
como si se hubieran tomado todas las precauciones para impedirnos despertar a
lo que somos realmente.
Esta primera etapa en la
regeneración, o en el nacer nuevamente, no en la carne sino en el espíritu, es
precisamente el despertar a lo que somos realmente, y es tan sólo posible por
medio del acrecentamiento de la conciencia de uno mismo.
Pero acercarse a esa
primera etapa fue hecho deliberadamente muy difícil.
Hay por doquier pozos,
trampas, barreras, muchos mojones y callejones sin salida.
Y además de todo ello,
las más extraordinarias ilusiones sobre nosotros mismos nos son inyectadas
diariamente desde nuestra primera niñez, con el añadido de muchas persuasiones
estúpidas que casi sumergen nuestra percepción de la verdad.
A este respecto, ¿no
dirían ustedes que el poder de LA AUTO JUSTIFICACIÓN, tan vigilante e
inagotable, no fue designado para ayudar nuestro despertar? (A propósito, ¿por
qué los diablos son tan inagotables?)
Retornando a nuestro
tema: He llegado hasta el punto de pensar que la causa de mi estallido se
relaciona con cosas mucho más profundas que una afrenta a mi RETRATO DE SER
EFICIENTE, porque esa persona despierta mi ira de tantas otras maneras.
De hecho, ahora admito
que estoy proyectando hacia dicha persona algún lado desagradable de mí mismo
que no quise recibir en mi conciencia.
Otros pueden haberlo
descubierto, pero no yo: y en verdad nunca fue incluido en mi sentimiento de mi
mismo.
Otra vez más mi tarea es
clara.
Debo estudiar aquella
persona a la luz de que es alguien en mí que ignoro.
En general, ella es el
opuesto a lo que está incluido en mi habitual sentimiento de mí mismo: y cabe
entender aquí que tal vez posea cualidades cuya necesidad siento mucho.
A medida que la admito
en mi conciencia llegará a ser entero, en lugar de ser parcial.
Esto es algo
maravilloso.
Y claro está, el
sentimiento de mí mismo cambiará por completo.
Hemos de emplear todos
los medios, métodos, artificios e invenciones para acrecentar la conciencia de
nosotros mismos con el fin de acercamos al nivel del Hombre Equilibrado.
Dije artificios e
invenciones deliberadamente.
A veces uno puede
sorprenderse a si mismo y otras espiarse.
Esto no es exactamente
lo mismo que observarse a si mismo, o más bien, es una forma de prestarse
atención, como también de espiarse.
A propósito, prestarse
atención nada tiene que ver con criticarse a si mismo; es lo mismo que advertir
casualmente un transeúnte en la calle.
Pero en todos los casos
se apunta a acrecentar la conciencia de uno mismo, pues cuando esto sucede el
sentimiento de uno mismo se modifica, y uno lo sabe y AGRADECE A DIOS.
Ahora bien, recuerden,
la razón por la cual se modifica es que incluyen en su conciencia de si cosas
que no habían incluido antes y así el anterior sentimiento de si tiene que
cambiar.
Ténganlo presente.
Vivimos en una casa con
las persianas cerradas.
Un poco de luz penetra
en ella.
Esa luz la llamamos
plena conciencia: y así nosotros, un montón de imbéciles, que vivimos en una
oscuridad casi total, hacemos de nuestra vida un terrible embrollo y no sabemos
usar o no usamos correctamente los centros que pueden armonizar con centros que
están siempre en actividad.
Como lo señaló una vez
Ouspensky: "Vivimos en una casa llena de máquinas muy delicadas y
maravillosas.
A la luz de una
solitaria candela intentamos hacerlas funcionar sin saber nada acerca de ellas.
Si una cosa anda mal, la
culpa siempre es ajena."
No vayan a creer que
esas palabras de Ouspensky son exageradas.
Si necesitan una prueba,
miren en torno de ustedes —si son incapaces de mirarse a si mismos—.
Ahora bien, abrir las
persianas suele lastimar al principio.
Luego se puede soportar
algo más de luz y después cada vez más.
Lo que se creía que era
uno mismo empieza a parecerse a una prisión situada muy lejos, en el valle que
está a nuestros pies.
Maurice Nicoll
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