EL SIGNIFICADO DE LA CONCIENCIA
El cambio en el hombre comienza por el cambio de su
comprensión del significado de la conciencia, para seguir luego con la
adquisición gradual de su dominio sobre ella.
¿Qué es la conciencia?
En la mayoría de los casos en el lenguaje ordinario se
usa la palabra "conciencia" como un equivalente de la palabra
"inteligencia", en el sentido de actividad de la mente.
En realidad, la conciencia es una especie muy particular
de "darse cuenta" en el hombre, independiente de su actividad mental.
Ante todo, "darse cuenta" de sí mismo,
darse cuenta de quién es él, de dónde está, y más aun
"darse cuenta" de lo que sabe, de lo que no sabe, y así
sucesivamente.
Sólo uno mismo puede saber si en un momento dado está
"consciente" o no.
Esto fue probado hace mucho tiempo en cierta corriente de
pensamiento en la psicología europea, la que comprendió que sólo el mismo
hombre puede conocer ciertas cosas acerca de sí.
Aplicándolo a la conciencia, quiere decir que sólo un
mismo hombre puede saber si su conciencia existe en un momento o no.
Esto quiere decir que la presencia o la ausencia de la
conciencia en un hombre no se puede probar por la observación de sus actos
exteriores.
Como ya lo he dicho, este hecho fue probado hace mucho
tiempo, pero su importancia nunca fue totalmente comprendida, porque siempre se
le ligaba con la comprensión de la conciencia como un proceso mental o una
actividad de la mente.
Si un hombre se da cuenta de que no estaba consciente
hasta el momento en que lo percibe, y luego se olvida de esta percepción, o aun
si la recuerda, esto no es conciencia.
Es tan solo el recuerdo de una fuerte percepción.
Quiero ahora atraer su atención hacia otro hecho que ha
sido perdido de vista por todas las escuelas modernas de psicología.
Es un hecho que la conciencia en el hombre, no importa
cómo se la mire, nunca permanece en el mismo estado.
Existe, o no está.
Los momentos más elevados de conciencia crean memoria.
Los otros momentos, el hombre simplemente no los recuerda.
Esto, más que nada, produce en el hombre la ilusión de
conciencia continua o de un continuo "darse cuenta de sí".
Algunas escuelas modernas de psicología niegan
enteramente la conciencia, inclusive niegan la necesidad de tal término, pero
ello no es sino un derroche de mala inteligencia.
Otras escuelas, si se les puede llamar así, hablan de estados
de conciencia, queriendo significar: pensamientos, sentimientos, impulsos
motrices y sensaciones.
Esto está basado en el error fundamental de mezclar la
conciencia con las funciones psíquicas.
Hablaremos de ello más tarde.
En realidad, en la mayoría de los casos, el pensamiento
moderno todavía confía en la vieja formulación de que la conciencia no tiene
grados.
La aceptación general de esta idea, si bien tácita,
aunque esté en contradicción con muchos descubrimientos recientes, detuvo
muchas posibles observaciones sobre las variaciones de la conciencia.
El hecho es que la conciencia tiene grados bastante
visibles y observables, por cierto visibles y observables para cada uno en
sí mismo.
Primero está la duración:
¿Cuánto tiempo ha estado uno consciente?
Segundo, la frecuencia de aparición: ¿cuántas veces se
ha llegado a ser consciente?
Tercero, la extensión y la penetración:
¿De qué era uno consciente?, lo cual puede variar muchísimo con
el crecimiento del hombre.
Si tomamos sólo los dos primeros, podremos comprender la
idea del posible desarrollo de la conciencia.
Esta idea está ligada con un hecho muy importante y muy
conocido por las antiguas escuelas psicológicas, como por ejemplo la de los
autores de la Philokalia, pero completamente ignorado por la filosofía y
la psicología europeas de los dos o tres últimos siglos.
O sea que la conciencia se puede hacer continua y
controlable por medio de esfuerzos especiales y de estudios especiales.
Trataré de explicar cómo se puede estudiar la conciencia.
Tomen un reloj y miren el segundero, tratando de darse
cuenta de sí mismos, y concentrándose en el pensamiento "Yo soy Pedro
Ouspensky" "Estoy ahora aquí".
Traten de no pensar en nada más, simplemente siguiendo el
movimiento del segundero y dándose cuenta de sí mismos, de su nombre, de su
existencia, y del lugar en que están.
Mantengan apartado todo otro pensamiento.
Si son persistentes, podrán hacer esto por dos
minutos. Este es el límite de su conciencia.
Y si tratan de repetir el experimento inmediatamente
después, lo encontrarán más difícil que la primera vez.
Este experimento demuestra que un hombre, en su estado
natural, puede con gran esfuerzo ser consciente de una cosa (él mismo)
por dos minutos o menos.
La deducción más importante que uno puede hacer después
de realizar este experimento en la forma debida, es que el hombre no es
consciente de sí mismo.
La ilusión de estar consciente de sí mismo es creada por
la memoria y por los procesos del pensamiento.
Por ejemplo, un hombre va al teatro.
Si está acostumbrado no tiene especialmente conciencia de
estar allí mientras lo está.
Sin embargo, puede ver y observar cosas, el espectáculo
puede gustarle o no, recordarlo, acordarse de la gente que encontró, y así
sucesivamente.
Cuando regresa a su casa recuerda que estuvo en el
teatro, y por supuesto cree que estuvo consciente mientras se hallaba en él.
De esta manera no tiene dudas sobre su conciencia y no se
da cuenta de que su conciencia puede estar completamente ausente mientras él
puede actuar razonablemente, pensar, observar.
Ouspensky
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